Hola, como Stephenie no completó Sol De Medianoche, decidí terminar de escribirlo. He escrito la parte del estudio de ballet y algunas mas, pero no subiré todas. Espero que les guste.
EL INFIERNO
Entré al estudio de ballet. Y la vi... Bella, ahí estaba mi vida, mi todo. Quise llorar y gritar, estaba empapada de sangre. Bella estaba llorando de dolor, chillando. No pude soportarlo. Vi a James y me lancé sobre él. Yo era bastante más fuerte que él, así que le aplasté contra el suelo y mordí su cuello. Con tanto odio, que no podía contenerme. En ese instante llegaron Alice, Jasper, Emmet y Carlisle me dijo que fuera con Bella mientras los demás se ocupaban. Me acerqué a ella, tenía una pierna rota y estaba sangrando… El olor de su sangre me hizo perder la cabeza, pero dejé de respirar y me contuve. Bella parecía estar… muerta. La vida se le consumía a la chica por la que había dado todo. Y con su vida, la mía también se iría. No podía dejar que eso sucediera. No, no, no.
-¡Oh, No, Bella, no!- grité horrorizado. Pues todo esto era por mi causa. Todo. Todo. Ella gritaba por mi culpa. Gruñí. Ojalá pudiera haber llorado, porque estaba sollozando sin lágrimas. Roto de dolor. No podía soportar ver como se le apagaba la luz de sus ojos. No. No. No lo permitiría.
-¡Bella, por favor!, ¡Bella, escúchame, por favor, por favor, Bella, por favor!- seguí suplicándole.
-¡Carlisle!- grité- ¡Bella, Bella, no, oh, no, por favor, no, no!- seguí suplicando sin repuesta alguna. En ese momento, supe que estaba llorando, a mi manera, sin lágrimas, pero con el mismo dolor. Bella estaba ahí, en mis brazos, muriendo. Y yo sin hacer nada. Nada. Sólo pidiéndole que hablara. Que respirara. Que su corazón no dejara de latir. Yo, Yo, yo era el culpable. Sólo yo.
En ese momento, gritó. Un grito lleno de amargura y dolor. Era el grito de mi ángel. Mi ángel que había perdido el color de sus rosadas mejillas, el ángel que se desangraba a mi lado. Su voz. Una voz por la que moriría… e incluso mataría.
-¡Bella!- grité de nuevo. Una y otra vez.
En ese instante llegó Carlisle.
-Ha perdido mucha sangre, pero la herida no es muy profunda- me explicó Carlisle- Echa una ojeada a su pierna, está rota.
Oh, Dios mío. Su pierna, su pierna. Grité en mi interior. Lleno de ira. Lleno de dolor. Lleno de culpa. Pero sobre todo, lleno de adoración. De adoración por Bella. Ella seguía luchando. Como yo le pedí.
-Y me temo que también lo estén algunas costillas- prosiguió.
Enmudecí. No podía contra todo eso. No. No. Debía decirle algo, algo que la animara a luchar. Por Charlie, por Renee, por Esme, por Alice, por Carlisle, por Emmet, por Jasper… por mí. Hazlo por mí, Bella.
-Bella, te vas a poner bien. ¿Puedes oírme, Bella? Te amo.
Sí, sí. Se iba a recuperar. Yo no permitiría que le pasara algo malo. Nunca. La amaba, eso era más fuerte que todo.
-Edward- dijo Bella, en ese momento vi la luz al final del túnel. Ella me escuchaba. Había dicho mi nombre. Bella…
-Sí, estoy aquí- eso era cierto, yo estaba allí. Con ella. Por ella.
-Me duele- me dijo.
Lo sabía, claro que le dolía. ¿Qué podía hacer yo? No, no. Bella.
-Lo sé, Bella, lo sé- musité- ¿No puedes hacer nada?- pregunté a Carlisle.
-Mi maletín, Alice. No respires… eso te ayudará.
-¿Alice?- susurró Bella.
-Está aquí, fue ella la que supo dónde podríamos encontrarte.
Le dije, Alice, ella era el motivo por el que Bella aún vivía. Era el motivo de que la hubiéramos encontrado. Alice.
-Me duele la mano- repitió.
-Lo sé, Bella. Carlisle te administrará algo que te calme el dolor.
-¡Me arde la mano!- Gritó desesperada. Estaba asustado, horrorizado. Me estaba muriendo, con ella. Abrió los ojos, sin ver nada. Los movía de un lado a otro. Sin cesar. Bella, Bella. ¿Por qué?
-¿Bella?- pregunté.
-¡Fuego! ¡Que alguien apague el fuego!- gritó Bella.
Oh, no. Su mano. No, no, no, oh, no.
-¡Carlisle! ¡Su mano!
-La ha mordido- Carlisle confirmó mis peores temores.
Me quedé sin respiración. Su vida. Estaba en mis manos. Oh. Todo esto era por mi culpa. Yo tenía que salvarla. No iba a dejar que se convirtiera en algo tan monstruoso como yo. No. No…
-Edward, tienes que hacerlo- musitó Alice. Mientras limpiaba las lágrimas del rostro sin vida de Bella.
-¡No!- rugí.
-Alice- gimió Bella.
-Hay otra posibilidad- intervino Carlisle.
-¿Cuál?- contesté suplicante.
-Intenta succionar la ponzoña, la herida es bastante limpia.
-¿Funcionará?- preguntó Alice.
-No lo sé- contestó Carlisle.
-Carlisle, yo… No sé si voy a ser capaz de hacerlo.
No, no iba a poder contenerme. Me daban a elegir dos opciones:
1.Dejar que se extendiera la ponzoña y condenar a Bella a una noche eterna.
2.Succionar la ponzoña y si saliera bien, Bella continuaría como humana. Si no lograba controlarme, Bella moriría.
Analicé las dos, y no sabía que hacer. No tenía derecho a condenarla con esta vida, pero tampoco era capaz de succionar la ponzoña sin matarla.
-Sea lo que sea es tu decisión, no puedo ayudarte- me recordó Carlisle.
-¡Edward!- chilló Bella.
La miré a los ojos y ahora supe lo que debía hacer. Yo era la causa de por qué estaba aquí. Muriendo. Y yo la iba a salvar. Se lo debía.
-Alice, encuentra algo para que le entablille la pierna- gritó mi padre- Edward, has de hacerlo ya o será demasiado tarde.
En ese instante, agarré su frágil maño y presioné suavemente mis labios contra su piel. Traspasándola levemente. Me quemó la garganta, el sabor de su sangre era mil veces más potente de lo que había imaginado. Muchísimo más difícil contenerse. No podía parar, no podía. No encontraba autocontrol para apartar mis labios. Apreté más y en ese momento supe que iba a ser imposible. Imposible. Miré su rostro, como iba perdiendo aún más el color. Como gritaba, lloraba. Todo por mi causa. Y el monstruo dentro de mí iba a apartarla de mi vida por siempre. No, no. Yo no lo iba a permitir. Intenté encontrar la fuerza para parar. Entonces, empecé a hurgar en mi cabeza. Mi amor por ella, la primera vez que la vi dormir, cuando pronunció mi nombre en sueños, su sonrisa al verme, sus ojos brillando, mis labios fríos sobre los suyos, la primera vez que me dijo que me amaba, cuando decidí que no me separaría de ella, cuando la salvé de la furgoneta, su cabeza sobre mi pecho, su camiseta llena de agujeros, los rasguños en sus manos, las caminatas por el bosque, aquel primer abrazo… Si no paraba ahora, todo, todo se habría acabado. Ya nunca besaría sus cálidos labios, ya nunca vería esa chispa de intuición en sus ojos… Ya nunca podría ser feliz. Y en ese instante, no sé cómo. Me alejé bruscamente de ella. Lo había conseguido.
No lo roben, Fan Fic propiedad de Majo.